La toxina botulínica (Botox) es la sustancia de origen biológico que suministrada en dosis aún más pequeñas se ha demostrado como uno de los mejores aliados del ser humano para mejorar su salud y también en el intento de frenar el envejecimiento. Ahora, investigadores estadounidenses han demostrado que también combate la depresión.
TOXINA PARA CURAR
Con distintos grados de éxito, la toxina ha demostrado sus posibilidades contra la artritis reumatoide, el asma, la rigidez muscular tras un ictus, los temblores propios de la esclerosis múltiple o la incontinencia urinaria. Pero es el uso cosmético el que ha dado fama al Botox. Inyectada en determinados músculos faciales, la toxina provoca una rigidez muscular que estira las arrugas del entrecejo, frente y patas de gallo.
TOXINA Y DEPRESION
Por un sorprendente mecanismo que conecta las expresiones faciales con el estado de ánimo se produce el efecto de si sonríes acabas por sentirte bien, y si frunces el ceño acabas enfadado o triste.
Con ese punto de partida, investigadores estadounidenses quisieron comprobar si el Botox podría combatir la depresión. Si impides que el paciente frunza el entrecejo, manifestación típica del desánimo, al final consigues animarle.
Para comprobarlo, reclutaron a 74 sujetos diagnosticados con depresión aguda. A la mitad de ellos les inyectaron minidosis de Botox en sus músculos situados entre las cejas. Al resto, les dieron una solución salina, aunque éstos creían también que les metían la toxina (efecto placebo).
Seis semanas después, como era previsible, los que recibieron Botox vieron reducida se capacidad de fruncimiento. De forma paralela, comparados con su punto de partida hubo una mejoría de la depresión de un 47% entre los que fueron inyectados con la toxina frente al 20,6% del otro grupo, dato quizá debido al efecto placebo. A menor fruncimiento provocado por el Botox, mayor remisión de la depresión.
Los resultados de este trabajo prometen un nuevo mecanismo para luchar contra la depresión considerada por algunos como la principal enfermedad de la sociedad moderna.
Muchos de nuestros mejores fármacos son derivados de las toxinas. Los antibióticos, por ejemplo, son toxinas creadas por hongos para matar bacterias. Por eso, tiene todo el sentido que el Botox tenga tantos y tan importantes usos, incluido ayudar contra la depresión.